Reconozco que la comodidad es una constante amenaza para el buen hacer del abogado. Sé que no puedo conformarme con la primera solución que me ofrece la ley, sin preocuparme de comparar otras alternativas, porque correría el riesgo de no acertar a la primera. Creo que la única forma de trabajar es bregar uno mismo con el problema, madurándolo en su conciencia, poniéndose en el lugar del cliente. Una vez que tomo la decisión, sólo me fio de mí mismo, aunque ello implique, a veces, remar contra corriente.
Somos expertos en muchos temas, aunque no podemos serlo en todos. Cuando un cliente demanda un asesoramiento que no ofrecemos, le ponemos en contacto con un especialista de nuestra confianza, tanto en España, a través de nuestras alianzas con despachos nacionales, como en Europa y más allá, a través de TEN, The European Network of Law Firms. Vaya donde vaya, le acompañamos hasta donde necesite y podamos aportarle valor.
Nos esforzamos al máximo, pero no podemos hacer milagros. Cuando advertimos que un asunto tiene pocas posibilidades de éxito o que nuestra labor aportará poco valor al cliente, se lo comunicamos a la primera oportunidad. Nuestro compromiso no es solo con él, es también con la ética y la justicia. Por eso somos claros, íntegros y transparentes en nuestra actuaciones.